BIOGRAFÍAS DE CIENTÍFICOS/FILÓSOFOS
J.KEPLER 
Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo y filósofo alemán,
famoso por formular y verificar las tres leyes del movimiento planetario
conocidas como leyes de Kepler.
Kepler nació el 27 de diciembre de 1571, en Weil der Stadt,
en Württemberg, y estudió teología y clásicas en la Universidad de Tübingen.
Allí le influenció un profesor de matemáticas, Michael Maestlin, partidario de
la teoría heliocéntrica del movimiento planetario desarrollada en principio por
el astrónomo polaco Nicolás Copérnico. Kepler aceptó inmediatamente la teoría
copernicana al creer que la simplicidad de su ordenamiento planetario tenía que
haber sido el plan de Dios.
En 1594, cuando Kepler dejó Tübingen y marchó a Graz
(Austria), elaboró una hipótesis geométrica compleja para explicar las
distancias entre las órbitas planetarias —órbitas que se consideraban
circulares erróneamente. (Posteriormente, Kepler dedujo que las órbitas de los
planetas son elípticas; sin embargo, estos primeros cálculos sólo coinciden en
un 5% con la realidad.) Kepler planteó que el Sol ejerce una fuerza que
disminuye de forma inversamente proporcional a la distancia e impulsa a los
planetas alrededor de sus órbitas. Publicó sus teorías en un tratado titulado
Mysterium Cosmographicum en 1596. Esta obra es importante porque presentaba la
primera demostración amplia y convincente de las ventajas geométricas de la
teoría copernicana.
Kepler fue profesor de astronomía y matemáticas en la
Universidad de Graz desde 1594 hasta 1600, cuando se convirtió en ayudante del
astrónomo danés Tycho Brahe en su observatorio de Praga. A la muerte de Brahe
en 1601, Kepler asumió su cargo como matemático imperial y astrónomo de la
corte del emperador Rodolfo II. Una de sus obras más importantes durante este
periodo fue Astronomía nova (1609), la gran culminación de sus cuidadosos
esfuerzos para calcular la órbita de Marte. Este tratado contiene la exposición
de dos de las llamadas leyes de Kepler sobre el movimiento planetario. Según la
primera ley, los planetas giran en órbitas elípticas con el Sol en un foco. La
segunda, o regla del área, afirma que una línea imaginaria desde el Sol a un
planeta recorre áreas iguales de una elipse durante intervalos iguales de
tiempo. En otras palabras, un planeta girará con mayor velocidad cuanto más
cerca se encuentre del Sol.
En 1612 Kepler se hizo matemático de los estados de la Alta
Austria. Mientras vivía en Linz, publicó su Harmonices mundi, Libri (1619),
cuya sección final contiene otro descubrimiento sobre el movimiento planetario
(tercera ley): la relación del cubo de la distancia media (o promedio) de un
planeta al Sol y el cuadrado del periodo de revolución del planeta es una
constante y es la misma para todos los planetas.
Hacia la misma época publicó un libro, Epitome astronomiae
copernicanae (1618-1621), que reúne todos los descubrimientos de Kepler en un
solo tomo. Igualmente importante fue el primer libro de texto de astronomía
basado en los principios copernicanos, y durante las tres décadas siguientes
tuvo una influencia capital convirtiendo a muchos astrónomos al copernicanismo
kepleriano.
La última obra importante aparecida en vida de Kepler fueron
las Tablas rudolfinas (1625). Basándose en los datos de Brahe, las nuevas
tablas del movimiento planetario reducen los errores medios de la posición real
de un planeta de 5 °a 10'. El matemático y físico inglés sir Isaac Newton se
basó en las teorías y observaciones de Kepler para formular su ley de la
gravitación universal.
Kepler también realizó aportaciones en el campo de la óptica
y desarrolló un sistema infinitesimal en matemáticas, que fue un antecesor del
cálculo.
Murió el 15 de noviembre de 1630 en Regensburg.
N.COPERNICO 
Copérnico
nació en 1473 en Thorn (hoy Toru), un pequeño puerto polaco sobre el río
Vístula, cerca del mar Báltico. (Su nombre era Mikolaj Kopernik, que él
latinizó como Nicolaus Copernicus.) Cuando tenía diez años, su padre (de
profesión comerciante) falleció y su educación quedó a cargo de su tío materno,
un importante obispo de Polonia.
Guiado
por su tío, recibió una esmerada formación en importantes universidades. En
1491 ingresó en la Universidad de Cracovia. Allí Alberto Brudzewski, afamado
matemático y astrónomo, despertó en el joven Nicolás el gusto por estas
ciencias. Si bien por consejo de su tío se licenció en Medicina, Nicolás
adquirió en Cracovia una sólida formación matemática y descubrió las
contradicciones del modelo astronómico ptolemaico. Probablemente haya aprendido
también allí el conocimiento del arte de la observación de las estrellas.
Abandonó
Cracovia en 1795 e ingresó en la célebre Universidad de Bolonia (Italia), para
estudiar Derecho Canónico. Allí permaneció hasta el año 1500, cultivando, junto
al Derecho, su pasión por la Astronomía con el Profesor Domenico María Novara
(crítico de la geografía de Ptolomeo), en cuya casa se alojaba. En Bolonia
Copérnico aprendió griego, lo que le permitiría luego leer los textos
originales sobre Astronomía en esa lengua. El 9 de marzo de 1497 realizó una
observación que le permitió concluir que la distancia de la Luna a la Tierra no
varía en los cuartos y en la fase llena. Esto contradecía lo previsto por
Ptolomeo y mostraba el camino de su superación: la asociación del razonamiento
y observación.
En
1500 se doctoró en Astronomía en Roma y fue nombrado allí Profesor de la
Universidad. Pero sus dudas sobre el modelo de Ptolomeo, que se enseñaban por
entonces a los alumnos, lo llevaron a renunciar a la cátedra.
Ingresó,
por entonces a la famosa Escuela de Medicina de la Universidad de Padua. En
esta ciudad profundizó sus conocimientos de la lengua griega y de la literatura
clásica. Copérnico se encontraba inquieto en la búsqueda de una solución a las
anomalías mostradas por los modelos ptolemaicos, que ponían en crisis el
Postulado de Homogeneidad y Armonía del Cosmos.
En
1503 se licenció en derecho canónico en la Universidad de Ferrara, para luego
regresar a Polonia. Habiéndose ordenado sacerdote, vivió hasta 1510 con su tío,
ejerciendo la Medicina y colaborando en la administración de la diócesis.
Entre
los años 1507 y 1515 fue redactando su primera obra sobre Astronomía, conocida
como el Commentariolus. La misma circuló en un principio a través de unas pocas
copias manuscritas y fue publicada recién en el siglo XIX. En ella expone ya su
concepción heliocéntrica. Sin apelar a demostraciones matemáticas, describe el
sistema solar señalando la ubicación de los planetas según su distancia
respecto del Sol.
El
segundo de sus tres escritos astronómicos es del año 1524 y es una crítica al
tratado Del movimiento de la octava esfera de Juan Werner de Nüremberg. Si bien
lleva por título De octava sphaera, se lo conoce como "Carta a
Wapowski". En esta obra Copérnico se abstiene de presentar su propio
modelo heliocéntrico, ateniéndose a señalar los errores de método y contenido
de la obra criticada.
En
1515 participó del quinto Concilio Laterano encargado de reformar el
calendario. Entre ese año y 1530 redactó su obra principal, Sobre las
revoluciones de los cuerpos celestes, pero no la publicó. De todos modos, las
noticias sobre sus investigaciones y su teoría se fueron filtrando poco a poco.
Fue así que, en 1533, la corte papal sometió a discusión sus descubrimientos.
En 1536 el cardenal Nicolás Schonberg (procurador general de los dominicos) le
propuso que publicara sus descubrimientos. Finalmente Copérnico publicó su obra
en 1543, pocos días antes de su muerte, ocurrida el 24 de mayo en Frauenburg
(Polonia).
Copérnico
no fue el primero en señalar la centralidad del Sol. A este respecto, basta
nombrar a Aristarco de Samos, quien ya en la antigua Grecia enseñaba que la
Tierra y todos los demás planetas giraban alrededor del Sol. De todos modos, el
modelo que imperaba en su tiempo era el de Claudio Ptolomeo, que afirmaba que
la Tierra se hallaba estática y que tanto el Sol como los planetas giraban a su
alrededor. Al realizar sus observaciones astronómicas, Copérnico descubrió
anomalías en el sistema ptolemaico y comenzó a dudar de sus postulados básicos.
En su obra principal dice: […] cuando un
barco navega sin sacudidas, los viajeros ven moverse, a imagen de su
movimiento, todas las cosas que les son externas y, a la inversa, creen estar
inmóviles con todo lo que está con ellos. Ahora, en lo referente al movimiento
de la Tierra, de manera totalmente similar, se cree que es todo el Universo
íntegro el que se mueve alrededor de ella […]” Copérnico llegó a la conclusión
de que la Tierra se movía, girando sobre sí misma (un giro completo equivalía a
un día) y alrededor del sol (un giro completo equivalía a un año). También
sostenía que el eje de la Tierra se hallaba inclinado. A su vez, mantenía la
concepción tradicional de una esfera exterior donde se encontraban inmóviles
las estrellas.
Se
debe tener en cuenta que Copérnico realizaba sus observaciones sin contar con
el aporte invalorable del telescopio, que por entonces no había sido aún
inventado. Para observar los cuerpos celestes, pasaba las noches en la torre de
su casa de las montañas. Complementaba estas observaciones con la lectura de
las obras antiguas y clásicas y con sus propias anotaciones y cálculos. Si bien
éstos últimos no eran del todo precisos, todas sus observaciones respondían a
necesidades de orden teórico y se realizaban según un plan preestablecido.
Copérnico
sentó las bases de la Astronomía Moderna, que sería desarrollada luego por
Galileo, Brahe, Kepler y Newton, entre otros
En su
propio siglo contó con pocos seguidores. Era muy criticado —especialmente por
miembros de la Iglesia— por afirmar que la Tierra no se hallaba en el centro
del Universo. El heliocentrismo demoró en imponerse. En el juicio de 1633,
Galileo fue condenado por sostener la tesis copernicana, que quedó prohibida.
Sin embargo, algunos jesuitas la estudiaban y enseñaban en secreto. La teoría
recibió un nuevo impulso con la formulación de la Ley de Gravedad por parte de
Newton, en el siglo XVII, en especial en el norte de Europa. Los pensadores
católicos del sur de Europa tardaron un siglo más en reconocer al
heliocentrismo su validez. Cabe recordar que, en el siglo XV, el propio Marín
Lutero había acusado a Copérnico de ser un necio que quería «poner
completamente del revés el Arte de la Astronomía».
G.BRUNO 
Giordano Bruno (1548
– 1600) nació en el pequeño pueblo de Nola, no lejos del Vesubio. Aunque pasó
la mayor parte de su vida en países hostiles y extranjeros, volvió a su hogar
al fin de sus viajes y después de haber escrito casi veinte libros.
Cuando tenía trece años comenzó a ir a la escuela en el
Monasterio de San Domingo. Era un lugar famoso. Tomás de Aquino, él también un
dominico, había vivido y enseñado allí. En pocos años Bruno se hizo sacerdote
dominico.
No pasó mucho tiempo
antes de que los monjes de San Domingo comenzaran a aprender algunas cosas
sobre el extraordinario entusiasmo de su joven colega. Era franco, abierto y
para nada reticente. No pasó mucho antes de meterse en problemas. Era evidente
que a este muchacho no se le podía forzar a encajar en la rutina dominica. Una
de las primeras cosas que un estudiante debe aprender es dar al maestro las
respuestas que el maestro quiere. El maestro promedio es el preservador de los
antiguos hitos. Los estudiantes son su audiencia. Aplauden, pero no deben
innovar. Deben aprender a trabajar y a esperar. No fue la conducta de Bruno
sino sus opiniones lo que lo metió en problemas.
Huyó de la escuela, de su pueblo natal, de su propio país, y
trató de encontrar entre extraños y extranjeros un ambiente que congeniara con
su integridad intelectual, que no encontraba en su hogar. Es difícil no ponerse
sentimental acerca de Bruno. Era un hombre sin patria y, al final, sin iglesia.
A Bruno le interesaba
la naturaleza de las ideas. Aunque el nombre no se había inventado aún, sería
perfectamente apropiado nominar a Bruno como epistemólogo, o como un pionero de
la semántica. Toma su materia prima de la mente humana.
Es un hecho
interesante que aquí, al cierre del siglo XVI, un hombre, encerrado por todos
los lados por la autoridad de la tradición clerical, haga lo que puede
considerarse un recorrido filosófico del mundo que la ciencia de la época
estaba revelando. Es particularmente interesante porque sólo en el siglo XX se
ha vuelto de nuevo popular el hábito de esta clase de especulación. Bruno vivió
en un período en que la filosofía se había divorciado de la ciencia. Quizá
sería mejor decir que la ciencia se había divorciado de la filosofía. Los
científicos se sentían demasiado fascinados por sus nuevos juguetes como para
molestarse con la filosofía. Empezaban a ocupar su tiempo con telescopios y
microscopios y recipientes de productos químicos.
En 1581 Bruno fue a París y comenzó a dar conferencias sobre
filosofía. No era poco común que los académicos vagaran de aquí para allá. Hizo
contactos fácilmente y logró interesar a todos los grupos con los que se
contactó con el fuego de sus ideas. Su reputación llegó a oídos del rey Enrique
III, quien sintió curiosidad acerca de esta nueva atracción filosófica. Enrique
III tenía curiosidad por averiguar si el arte de Bruno era el del mago o el del
hechicero. Bruno se había hecho una reputación como mago que podía inspirar una
mayor retención de memoria. Bruno satisfizo al rey mostrándole que su sistema
se basaba en el conocimiento organizado. Él encontró un patrón en Enrique III,
lo cual tuvo mucho que ver con el éxito de su corta carrera en París.
Fue alrededor de esta época que una de las primeras obras de
Bruno fue publicada, “De Umbras Idearum” (Las Sombras de las Ideas) al cual le
siguió prontamente “Ars Memoriae” (El Arte de la Memoria ). En estos libros
mantenía que las ideas son sólo sombras de la verdad. La idea era
extremadamente novedosa en ese momento. En el mismo año produjo otro libro:
"Breve Arquitectura del Arte de Lull" con su "Compleción".
Ramón Lull había tratado de probar los dogmas de la iglesia por medio de la
razón humana. Bruno niega el valor de tal esfuerzo mental. Señala que el
cristianismo es enteramente irracional, que es contrario a la filosofía y que
está en desacuerdo con otras religiones. Observa que lo aceptamos por la fe;
que la revelación, como se la llama, no tiene base científica.
En su cuarta obra
elige a la hechicera homérica Circe, que convertía a los hombres en bestias, y
hace que Circe discuta con su doncella un tipo de error que representa cada
bestia. El libro “Cantus Circaeus” (El
encantamiento de Circe) muestra a Bruno trabajando con el principio de
asociación de ideas, y cuestionando continuamente el valor de los métodos
tradicionales de conocimiento.
En el año 1582, a la edad de 34 años, escribió una obra, “Il
Candelaio” (El Candelero). Muestra a un hacedor de velas que trabaja con sebo y
grasa y luego tiene que salir a vender su mercancía a los gritos.
Llegó un momento en que la novedad de Bruno se desgastó en
Francia, y sintió que era hora de seguir adelante. Fue a Inglaterra a comenzar
de nuevo y a encontrar una nueva audiencia. No logró hacer contacto académico
con Oxford. Oxford, como otras universidades europeas de la época, rendía
reverencia académica a la autoridad de Aristóteles. Mucho se ha escrito sobre
cómo la Edad Media fue estrangulada por la mano muerta de Aristóteles. No eran
los métodos de Aristóteles ni la mente capaz de Aristóteles lo que se
cuestionaba sino la autoridad de Aristóteles. Una cosa debía ser creída porque
Aristóteles la había dicho. Era parte del método de Bruno el objetar, a su
manera enérgica, a que se lo obligase a uno a tragarse sin protestar ciertas
afirmaciones porque Aristóteles las hubiera hecho, cuando eran obviamente
diferentes a la experiencia en vivo de los sentidos que la ciencia estaba
produciendo.
En su obra " La Cena del Miércoles de Cenizas", la
historia de una cena privada con invitados ingleses, Bruno difunde la doctrina
copernicana. Se le había ofrecido al mundo una nueva astronomía de la cual la
gente se reía porque estaba en desacuerdo con las enseñanzas de Aristóteles.
Bruno llevaba adelante una entusiasta propaganda con ánimo de pelea. Entre los
años 1582 y 1592 no había apenas ningún maestro en Europa que difundiese
persistente, abierta y activamente las nuevas sobre el universo que Copérnico
había dibujado, excepto Giordano Bruno. Un poco más tarde, otro personaje aún
más famoso iba a hacerse cargo de la tarea: Galileo Galilei.
Galileo nunca conoció a Bruno en persona y no lo menciona en
sus obras, aunque debe haber leído algunas de ellas. No podemos culpar a
Galileo por ser suficientemente diplomático y evitar la mención de un hereje
reconocido. Galileo ha sido criticado con frecuencia porque, ante sus propias
dificultades, se inclinó por su seguridad personal. Demandamos mucho de
nuestros héroes.
Mientras estaba en Inglaterra, Bruno tuvo una audiencia
personal con la reina Isabel. Escribió sobre ella a la manera superlativa de su
época, llamándola diva, Monarca Protestante, sagrada, divina, las mismas
exactas palabras que usó para Su Muy Cristiana Majestad y Cabeza del Sagrado
Imperio Romano. Esto fue usado contra él cuando fue llevado más tarde a juicio
como ateo, infiel y hereje. La reina Isabel no tuvo una muy alta opinión de
Bruno. Lo vio como salvaje, radical, subversivo y peligroso. Bruno encontró a
los ingleses bastante burdos.
Bruno no tenía un lugar seguro en las comunidades religiosas
protestantes ni en las católicas romanas. Llevó a cabo su lucha contra
terribles obstáculos. Había vivido en Suiza y Francia, y ahora estaba en
Inglaterra, y se fue de allí a Alemania. Traducía libros, leía pruebas de
imprenta, y reunía grupos y daba conferencias sobre cualquier cosa que surgiera
de ellos. No requiere mucha imaginación hacerse la imagen de un hombre que
remendaba sus propias ropas, que con frecuencia pasaba frío y hambre e iba
desaliñado. Sólo hay unas pocas cosas que sepamos de Bruno con gran
certidumbre, y estos hechos son las ideas que dejó atrás en sus libros
prácticamente olvidados, la literatura de contrabando de su época. Después de
veinte años en el exilio nos lo imaginamos alienado, ansioso de oír el sonido
de su propia lengua y de tener la compañía de sus compatriotas. Pero siguió
escribiendo libros. En su libro “De Causa, principio et uno” (Sobre la Causa ,
el Principio y la Unidad) encontramos frases proféticas.
Sus otras obras fueron "El Infinito, el Universo y sus
Mundos", "El Transporte de las Almas Intrépidas", y la
"Cábala del Garañón como Pegaso con la Adición del Asno de Cilene",
una discusión irónica sobre las pretensiones de la superstición. Este
"asno", dice Bruno, se lo encuentra en todos lados, no sólo en la
iglesia sino en las cortes de ley e incluso en los colegios. En su libro "
La Expulsión de la Bestia Triunfante ", ataca la pedantería que encuentra
en las culturas católica y protestante. En otro libro, " La Hoja
Trifoliada y la Medida de las Tres Ciencias Especulativas y el Principio de
Muchas Artes Prácticas", encontramos una discusión sobre un tema que iba a
ser tomado en un siglo posterior por el filósofo francés Descartes. El libro
fue escrito cinco años antes de que naciera Descartes, y en él se dice:
"Aquél a quien le inquiete la filosofía debe ponerse a trabajar poniendo
todas las cosas en duda".
También escribió "De la Unidad , la Cantidad y la Forma
", y otra obra "Sobre las Imágenes, Signos e Ideas", como así
también "Sobre lo Inmenso e Innumerable", "Exposición de los
Treinta Sellos" y "Lista de Términos Metafísicos para Comenzar el
Estudio de la Lógica y la Filosofía ". Su título más interesante es
"Ciento Sesenta Artículos Dirigidos Contra los Matemáticos y Filósofos de
la Época". Una de sus últimas obras, "Las Ataduras de la Especie
", quedó sin terminar.
Es fácil hacerse una impresión de la reputación que Bruno se
había creado hacia el año 1582 en las mentes de las autoridades clericales de
Europa meridional. Había escrito sobre un universo infinito que no había dejado
lugar para aquella otra concepción infinita mayor que se llama Dios. No podía
concebir que Dios y la naturaleza pudiesen ser entidades separadas y distintas
como lo enseñaba el Génesis, como lo enseñaba la Iglesia , y como lo enseñaba
incluso Aristóteles. Predicaba una filosofía que hacía insignificantes los misterios de la
virginidad de María, de la crucifixión y la Misa. Era tan ingenuo que no podía
ver sus propios esquemas mentales como si fuesen realmente herejías. Veía a la
Biblia como un libro que sólo los ignorantes podían tomar literalmente. Los
métodos de la Iglesia eran, para decirlo lo más suavemente posible,
desafortunados, y promovían la ignorancia por instinto de autopreservación.
Bruno escribió: "Todo, no importa de qué manera puedan
los hombres creerlo seguro y evidente, prueba, cuando se lo trae a discusión,
que no es menos dudoso que las creencias extravagantes y absurdas". Acuñó
la frase “Libertes philosophica”: El derecho a pensar, a soñar, por decirlo
así, a hacer filosofía. Después de 14 años de vagar por Europa, Bruno volvió
sus pasos hacia el hogar. Quizá en verdad lo extrañaba. Algunos escritores
afirman que fue engañado. Que Bruno volviera a Italia es una paradoja tan
extraña como la del resto de su vida.
Fue invitado a Venecia por un hombre joven cuyo nombre era
Mocenigo, que le ofreció un hogar y luego levantó cargos contra él ante la
Inquisición. El caso se dilató. Fue prisionero en la República de Venecia, pero
un poder más grande lo quería, y fue entregado a Roma. Por seis años, entre
1593 y 1600, permaneció en una prisión papal. ¿Fue olvidado, fue torturado?
Cualesquiera registros históricos que haya no han sido publicados nunca por las
autoridades que los tienen. En el año 1600 un académico alemán, Schoppius,
estuvo en Roma por casualidad y escribió sobre Bruno, quien fue interrogado
varias veces por el Santo Oficio y condenado por los teólogos jefes. Una vez
obtuvo cuarenta días para considerar su posición; enseguida prometió retractarse,
pero luego renovó sus "tonterías". Luego consiguió otros cuarenta
días para deliberar, pero no hizo más que escandalizar al Papa y a la
Inquisición.
Después de dos años bajo la custodia del Inquisidor, fue
llevado, el 9 de febrero, al palacio del Gran Inquisidor, para escuchar su
sentencia de rodillas, ante los asesores expertos y el gobernador de la ciudad.
Bruno respondió a la
sentencia de muerte por fuego con la amenaza: "Quizá ustedes, mis jueces,
pronuncian esta sentencia contra mí con mayor temor que aquél con el que yo la
recibo". Se le dieron otros ocho días para ver si se arrepentía. Pero no
sirvió de nada. Fue llevado a la hoguera, y mientras moría le fue presentado un
crucifijo, pero él lo apartó de sí con feroz desprecio.
GALILEO GALILEI 
Galileo
Galilei nació en Pisa (Italia) el 15 de febrero de 1564.Era hijo de Vincenzo
Galilei, natural de Florencia, y Giulia Ammannati, natural de Pescia. Galileo
fue el primero de los siete u ocho hijos del matrimonio, lo que le supuso
hacerse cargo de sus hermanos pequeños a la muerte de sus padres. En 1574 la
familia se traslada a Florencia, y Galileo es enviado al monasterio de Santa
Maria di Vallombrosa, quizá con la intención de seguir la carrera religiosa, o
para realizar estudios, pero a los pocos meses estaba de nuevo en Florencia. En
el ambiente familiar, la profesión de su padre propició que Galileo se educara
en un entorno en el que se combinaba la teoría y la práctica de la música, (él
mismo tocaba el laúd) actividad que desde la antiguedad se había asociado con
el estudio matemático de la armonía. Algunos biógrafos quieren ver en estas
circunstancias la causa del posterior interés de Galileo por las matemáticas.
En 1581
se matriculará en la Universidad de Pisa, siguiendo los deseos de su padre de
que realizara estudios de Medicina, disciplina en la que uno de sus cercanos
antepasados se había ejercitado con éxito. Durante esta primera fase de sus
estudios, según Vincenzo Viviani (biógrafo de Galileo), Galileo habría
descubierto la isocronía del péndulo, al observar los movimientos de una
lámpara en la catedral de Pisa. Pese a continuar sus estudios, Galileo no se
siente inclinado hacia la profesión médica, y en 1583 interrumpe sus estudios
de medicina, trasladándose a Florencia para dedicarse al estudio de la
geometría de Euclides bajo la dirección del matemático de la corte florentina
Ostilio Ricci. No obstante, volverá a Pisa, donde tras completar 4 años de
estudio de medicina, los abandonará, sin obtener ningún título, trasladándose
de nuevo a Florencia en 1585.
En los
tres años siguientes Galileo continuará ampliando sus estudios, completando la
lectura de los Elementos de Euclides, así como trabajando sobre la resolución
de algunos problemas de fílosofía natural (física, diríamos hoy), alejándose de
las explicaciones aristotélicas y apoyándose más en Arquímedes (a quien lee y
relee sin cesar), al mismo tiempo que imparte clases privadas de matemáticas en
Florencia y en Siena. De esta época es su invención de la balanza hidrostática,
a la que llamó "bilancetta", siguiendo el Principio de Arquímedes, y
buscando un instrumento que permitiera determinar experimentalmente y de forma
precisa la diferencia de densidad entre cuerpos sólidos.
En
1587 realiza un viaje a Roma, donde conocerá al jesuita Clavius, el más
reputado astrónomo de la época, que impartía sus lecciones en el Colegio Romano
(fundado por Ignacio de Loyola en 1551). Aunque Clavius era defensor del
sistema ptolomeico, Galileo (que todavía no consta que sea copernicano)
mantendrá correspondencia con él en los años sucesivos, recibiendo por correo
sus escritos. A su regreso, conseguirá una plaza de auxiliar de matemáticas en
la Universidad de Siena y continuará impartiendo clases privadas. En esta época
realiza algunos descubrimientos sobre el centro de gravedad de los cuerpos
sólidos, siguiendo a Arquimedes. También ayuda a su padre, probablemente, en el
establecimiento de las proporciones entre la tensión y el tono de los
instrumentos de cuerda. En 1588 obtiene una plaza de auxiliar de matemáticas en
la Universidad de Pisa.
Tras
intentar obtener una plaza de profesor titular en las universidades de Pisa,
Siena y Bolonia, será nombrado, en 1589, profesor de matemáticas en la
Universidad de Pisa, puesto en el que permanecerá hasta 1592. De esta época son
sus primeros estudios sobre el movimiento, apoyándose en la posición de
Arquímedes, quien defendía que la velocidad de caida de los cuerpos era
proporcional a su densidad, y no a su peso, como afirmaba Aristóteles. En
relación con estos estudios circuló la anécdota de que Galileo realizaba sus
experimentos dejando caer objetos desde lo alto de la torre de Pisa, para
demostrar sus conclusiones, anécdota que hoy consideran de dudosa autenticidad
la mayoría de los historiadores.
En
1592, un año después de la muerte de su padre, obtiene la cátedra de
matemáticas en la Universidad de Padua, en la que permanecerá hasta 1610 (año
de publicación del "Sidereus Nuncius"), continuando también con la
impartición de clases particulares de aritmética, geometría, fortificación,
etc. En 1595 ofrece una explicación de las mareas que supone un movimiento
anual y otro diario de la Tierra, lo que se considera su primera manifestación
de copernicanismo (el sistema astronómico de Ptolomeo afirmaba que la Tierra
permanecía inmóvil en el centro del universo).
En
1599, a los 35 años de edad, comenzará su relación amorosa con Marina Gamba, de
21, (a quien conoce en uno de sus frecuentes viajes a Venecia). Marina Gamba se
traslada a casa de Galileo para vivir con él, aunque sin casarse. Con ella
tendrá dos hijas y un hijo: Virginia (1600), Livia (1601) y Vincenzo (1606).
Marina Gamba se casará en 1613 con Giovanni Bartoluzzi, habiéndose hecho ya
cargo de sus hijas e hijo Galileo con anterioridad. Posteriormente sus dos
hijas ingresarán en un convento, probablemente ante las dificultades económicas
de Galileo para garantizarles una dote suficiente para un matrimonio adecuado a
su status en la Corte de los Medici. Su hijo, por el contrario, entrará al
servicio del Gran Duque de la Toscana.
En
estos años de matemático en Padua (hasta 1610) escribirá varios tratados sobre
fortificaciones, mecánica y astronomía, para uso de sus alumnos, y continuará
su interés por la construcción de instrumentos mecánicos para resolver
problemas prácticos, como un termoscopio o termómetro de aire (el primer
termómetro conocido), un compás geométrico y una bomba de agua que utilizaba
caballos como fuerza motriz (y que patentó en Venecia en 1594). Galileo
continúa con sus estudios sobre el movimiento, iniciando sus investigaciones
sobre el péndulo, los proyectiles y el movimiento uniformemente acelerado en el
plano inclinado, lo que le llevó a la formulación y demostración matemática de
las primeras leyes del movimiento, que se encontraban en clara oposición con
las teorías aristotélicas sobre el mismo. Continúa también con sus estudios de
astronomía, dando tres lecciones en la Universidad de Padua sobre la supernova
de 1604 en las que afirmaba (contra la hipótesis de Aristóteles y Ptolomeo de
la inmutable esfera de las estrellas fijas) que la nueva estrella se encontraba
"detrás de la Luna", por lo que debería admitirse que se producían
cambios en los cielos.
En 1609
tiene conocimiento de la existencia de un instrumento, construido por un
holandés llamado Lipperhey (aunque otros le disputaron la invención), que
permitía aumentar el tamaño de los objetos distantes, y se propone construir el
suyo propio, con más aumentos que el original, cosa que consigue (al parecer,
más por habilidad que por conocer los principios ópticos del telescopio).
Ofrece su telescopio al Senado de Venecia, ante el que causa una gran
impresión, viéndose recompensado por el aumento de su salario al doble y la
garantía de una plaza vitalicia en la Universidad. Galileo dirige su telescopio
hacia las estrellas y planetas, y en diciembre de ese mismo año realiza sus
famosos descubrimientos astronómicos (montañas de la Luna, fases de Venus,
satélites de Júpiter) que se apresurará a publicar en su obra "Sidereus
Nuncius", en marzo de 1610, dedicada a Cosimo II, Gran Duque de la
Toscana, siendo recompensado con el nombramiento de Filósofo y Matemático del
Gran Duque. En septiembre de 1610 Galileo se trasladará de Padua a Florencia,
para hacerse cargo de su nuevo puesto.
Tanto
sus estudios sobre el movimiento (física) como sus descubrimientos astronómicos
ponen de manifiesto el error de Aristóteles lo que, a su vez, provoca serias
preocupaciones entre los aristotélicos (es decir, en los medios eclesiásticos,
ya que el aristotelismo era parte de la doctrina filosófica oficial de la
Iglesia) y verdadero entusiasmo entre los copernicanos, como Johannes Kepler,
quien muestra su público apoyo a las tesis de Galileo, o los miembros de la
primera sociedad "científica" de la época, la "Accademia dei
Lincei" (fundada en 1603 por Federico Cesi) quienes le admiten en 1611 en
sus filas. Desde entonces, las manifestaciones en pro y en contra de las
teorías de Galileo no dejan de sucederse, enrareciéndose el ambiente con sus
posteriores publicaciones sobre la existencia de manchas solares (1612). Pese a
ello, conseguirá mantener todavía el apoyo de algunos eminentes hombres de la
Iglesia (como el del Cardenal Barberini, posteriormente Papa Urbano VIII) así
como el reconocimiento de la veracidad de sus descubrimientos por parte del
jesuita Cardenal Bellarmino (aún discrepando de las interpretaciones de
Galileo), y mantener su buena relación con el también jesuita Clavius.
Galileo
sigue con sus estudios y observaciones astronómicas, pero en 1614 comienzan los
primeros ataques públicos contra la obra de Galileo y de los matemáticos que le
apoyan, por parte del dominico Tommaso Caccini en Florencia. Poco después, en
1615, el también dominico Niccolo Lorini presenta una denuncia contra Galileo
ante la Inquisición. La discusión sobre si los descubrimientos de Galileo son o
no verdaderos y, caso de serlo, si ponen o no en entredicho las Sagradas
Escrituras continúa abierta, y se publican algunos trabajos, como el del
carmelita Foscarini, en los que se intenta demostrar que el copernicanismo y
los descubrimientos de Galileo son compatibles con las Escrituras. El Cardenal
Bellarmino le escribe una carta a Foscarini recordándole que el copernicanismo
sólo puede ser considerado como una hipótesis matemática, no como una
descripción de la realidad.
En
diciembre de 1615 Galileo se traslada a Roma, para dar cuenta de sus opiniones
ante la Inquisición. En febrero, las autoridades eclesiásticas declaran que la
hipótesis de que el Sol está en el centro del Universo es filosóficamente
absurda y formalmente herética; y que, así mismo, decir que la Tierra se mueve
alrededor del Sol es filosóficamente absurdo y cuando menos erróneo
teológicamente. El Cardenal Bellarmino comunica a Galileo la prohibición de
defender la teoría copernicana. Posteriormente le comunicará que no ha sido
juzgado ni condenado por la Inquisición. Galileo volverá a sus ocupaciones
habituales, entre ellas, observar y explicar los nuevos cometas vistos en los
cielos, continuando su actividad investigadora y publicando artículos y libros,
el más importante de todos, "Il Saggiatore", en 1623, dedicado al
Cardenal Barberini, recientemente elegido Papa con el nombre de Urbano VIII,
todavía amigo y protector de Galileo. En 1624 Galileo visitará Roma de nuevo,
donde mantendrá varias entrevistas con el Papa Urbano VIII, quien le garantiza
que podrá escribir sobre el copernicanismo, siempre que lo considere
estrictamente como una hipótesis matemática.
En
1632, tras conseguir de forma poco ortodoxa los permisos eclesiásticos
oportunos, Galileo publica sus "Diálogos", en los que se ataca
abiertamente el aristotelismo y se hace una defensa cerrada de las teorías
copernicanas. Uno de los personajes, Simplicio, a quien se presenta como
alguien torpe intelectualmente, defiende en la obra algunos argumentos que eran
utilizados por el Papa Urbano VIII, por lo que esas coincidencias, según
algunos, fueron utilizadas por los próximos a Urbano VIII para enemistarle con
Galileo. Ya fuera por esta razón, o por haberse saltado la autoridad papal para
conseguir el "imprimatur", o por el cambio de las circunstancias
políticas en las que se veía envuelto el Vaticano, lo cierto es que Urbano VIII
prohíbe la difusión de los "Diálogos", ordenando que una comisión
especial estudie el libro. Siguiendo el dictamen elaborado por dicha comisión,
Urbano VIII remite el caso a la Inquisición, que convoca a Galileo a presentarse
ante el tribunal en Roma. Galileo solicita que el juicio se celebre en
Florencia, dada su edad y su estado de salud. Pero se rechaza su solicitud y
debe trasladarse a Roma, bajo la amenaza de que, de no hacerlo voluntariamente,
sería detenido y llevado encadenado ante el tribunal.
En
febrero de 1633 viaja a Roma, para declarar ante el tribunal de la Inquisición,
pero se le permite residir en el palacio del embajador de la Toscana, aunque
debe mantenerse aislado. Del 12 al 30 de abril es formalmente interrogado por el
tribunal y, tras diversas vicisitudes penosas, abjura de sus errores en una
ceremonia oficiada en la iglesia de Santa Maria Sopra Minerva. Posteriormente
se le confinará bajo arresto domiciliario en su residencia de Arcetri, cerca de
Florencia, donde deberá cumplir su condena. Allí continuará trabajando en su
obra "Discursos sobre dos nuevas ciencias", que será publicada
finalmente en Leiden, en 1638, por Louis Elsevier.
Su
estado de salud empeora progresivamente. En 1634 pide permiso a las autoridades
eclesiásticas para ser tratado por los médicos, en Florencia, pero se le
deniega el permiso, bajo la advertencia de que, de volver a pedir otro permiso,
será encarcelado. Ese mismo año muere su primera hija, Virginia, en un convento
cerca de Arcetri, en el que profesaba los hábitos con el nombre de Sor María
Celeste, y con la que había mantenido correspondencia regularmente desde 1623.
Pese a estas circunstancias y a la pérdida progresiva de visión, Galileo
continúa sus actividades. En 1638 pierde totalmente la visión y realiza una
petición para que se levante su condena y sea liberado, petición que es
denegada, permitiéndosele, no obstante, establecerse en su casa de Florencia, a
fin de que pueda ser tratado médicamente de sus dolencias. Pocos años después muere
en su villa de Arcetri, el 8 de enero de 1642.
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